Los perros de la guarda- E23

En un pueblo pequeño vivía una familia compuesta por una pareja, un hijo y una hija. Se dedicaba a las tareas del campo y a la crianza de ovejas en su finca y, por lo visto, eran muy prósperos. Emily, la hija, era una hermosa muchacha con edad para casarse. Se enamoró de un mal hombre con el que se casó. Él solo quería el dinero de esa finca y no le importaba nadie más que él. Los padres de Emily murieron y la finca pasó a manos de ella y de su hermano Sergio. El mal marido era un hombre muy cínico y, además, trataba muy mal a su esposa y a su hermano, tanto que ambos le tenían miedo. 

Ese hombre decidió deshacerse de su cuñado y atemorizó a su mujer para que lo hiciera. La mujer lloró porque no quería hacerlo, pues ella creía que quería a su hermano más que a su vida. Pero no lo quería tanto, pues su marido le dijo que le echara veneno en la comida y ella obedeció. La intención del marido era quedarse con la finca.  

Mientras tanto, Sergio estaba pastoreando las ovejas, en medio del campo, y apareció un hombre viejo que andaba con ayuda de un bastón, llevando tres perros con él. El anciano le ofreció un trato, quería tres corderos a cambio de los tres perros. Sergio no quería porque temía a su cuñado, pero él al ver al pobre perro tan flaco, decidió aceptar el trato. Los perros se llamaban Bobby, Balto y Rex, nombres que él le había puesto cuando los encontró, ya que aparentaban ser unos perros muy tiernos. 

Mientras iba a casa, miraba a los perros y se dio cuenta de que ya no estaba solo. Su hermana Emily le había echado veneno en la cena. Sergio entró con los tres perros en casa y cuando se dispuso a cenar los perros tiraron la comida envenenada. Al verlo, el cuñado le dijo a su mujer que tenían que intentarlo otra vez, pero esta vez sería trayendo un dragón de tres cabezas que escupía fuego y metiéndolo dentro de su habitación. Emily debería mandar a su hermano guardar la ropa en su armario para que se encontrara con la bestia.


Ella lloraba diciendo lo mismo, que lo quería más que a su vida. Eso no era verdad, porque si no ella no lo hubiera hecho, pero se engañaba diciendo que era por miedo a su marido. En el fondo, ella también quería matarlo. Así que mandó a su hermano con la montaña de ropa a su habitación, donde esperaba que muriera a manos del dragón, pero, al entrar, no cerró bien y los perros entraron y atacaron al dragón del cuñado. El marido, pensando que ya había muerto, riéndose, le preguntó a su mujer si ya estaba hecho. Sergio, enfadado, dándose cuenta de la situación, mandó a los perros atacar a su hermana Emily a su cruel marido. Defraudado, se quedó solo. Paseando en compañía de sus perros, encontró a una muchacha atada a un árbol. Quiso ayudarla, pero la muchacha se negó. Le dijo que había cometido un crimen y le dijo que se fuera con él. De repente, una serpiente de cinco cabezas se acercó a la chica. Él decidió ayudarla, les pidió a los perros que atacaran a la serpiente. Ellos obedecieron y mataron a la serpiente y él desató a la muchacha y la mandó a casa. 

Lo que él no sabía es que esa muchacha era una princesa, a la cual querían sacrificar. El rey lloró de alegría al verla viva y al descubrir que alguien la había salvado, quiso ofrecer una fiesta en honor a esa persona, que había salvado a su princesa e invitó a todo el pueblo, pensando que él iba a aparecer, pero no apareció. Entonces ofreció trabajo al que hubiera salvado a su hija. Como siempre, acudieron muchos muchachos intentando engañar al rey, diciendo que habían sido ellos, pero el rey, como no era tonto, pidió cinco cascabeles que solo Sergio le enseñó. 

El rey, como recompensa, le ofreció trabajo a Sergio y la mano de su hija. Como en un buen cuento, no todo iba a ser color de rosa... No podía faltar la envidia de una criada, que creía estar enamorada de él. Ella, celosa, decidió matarlo y le echó alfileres en la comida. El pobre muchacho empezó a toser cuando se comió la comida y murió. La novia lloraba desconsoladamente y los tres perros no se movieron de su lado, ni en el velatorio, ni en el entierro, como si fueran sus familiares. 

Cuando cerraron el cementerio, echaron a los perros. Ellos se escondieron y cuando todo el mundo se había ido, volvieron y desenterraron su ataúd. Entonces los perros empezaron a hablarle. Resulta que él, en realidad, estaba vivo, que los perros eran tres angelitos de la guarda. Lo mandaron a palacio para casarse con la princesa y ser feliz, porque ellos ya habían hecho su trabajo y se iban al cielo. En realidad, no había muerto, todo había sido un mal sueño, ya que los perros no habían permitido que se comiera la cena. Todo gracias a ellos. Sergio se casó y fue feliz a medias, ya que los perros no estaban con él. Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Cuento original: "Los tres perros".

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