El soldado estaba muy preocupado; sabía que tenía que ayudar a sus compañeros descubriendo ese acertijo para no ser esclavos del mismísimo diablo, pero se alivió al saber que la abuela de este le tenía compasión y le dio aquel escondite para poder escuchar el acertijo que le preguntarían al día siguiente.
Mientras el soldado mantenía silencio, escondido en aquel lugar que la abuela del diablo le indicó, la anciana estaba sirviendo el plato de cena a su cruel nieto.
—¿Y qué tal la caza de almas hoy? —le preguntó para iniciar conversación.
—Hoy se me escaparon muchas almas que podrían haber sido buena ayuda allá abajo, en el infierno —le contestó—. Pero mañana tres soldados caerán después de siete años con mi acertijo.
—Vaya, ¿y cuál es ese acertijo?
En ese momento, el soldado se pegó a la pared y, sin darse cuenta, cayó polvo en su nariz, provocándole un inevitable estornudo.
Esto llamó de inmediato la atención del diablo, quien descubrió todo el plan que hizo su abuela con el soldado.
—¡Por osar engañarme, tú y los otros dos soldados iréis directo a las ardientes llamas del infierno!
—¡Alto ahí, diablo! —respondió el soldado con valentía por fuera, pero con un enorme miedo en el fondo—. Antes de hacerme ceniza, te desafío a una partida de cartas. Si aceptas y logras ganar, puedes quedarte con las almas de mis familiares, aparte de la mía. Si no es el caso y yo logro ganar, perdonarás todo como si nunca hubiésemos coincidido en nuestras vidas.
Si bien el trato era absurdo, el orgullo del diablo era enorme, y, sorprendentemente para todos, el diablo aceptó la apuesta.
Lo que no sabía el diablo al aceptar era que aquel soldado, en los siete años desde que tenía el latiguillo del que podía obtener tanto dinero como quisiera, lo había usado para apostar jugando tantas partidas de cartas que se volvió más que experto en todo; de tantas partidas perdidas como ganadas, aprendía un poco. Aparte de esto, logró comprar un anillo tan reluciente que usaba de vez en cuando para hacer trampas, sumándole su sabiduría ya jugando.
Con todo esto, logró ganar aun con una baraja trucada por el diablo, pero no fue suficiente con ello; tuvo que ganar revancha tras revancha que pedía el diablo, así ganando más de mil partidas durante días y noches, hasta que el diablo enloqueció y perdió el control de sí mismo, sin saber qué hacía.
Gracias a esto, el soldado pudo irse al fin después de tantas partidas, logrando ganar la apuesta. Salvó su alma y su vida.
FIN.
Fanfic del cuento original: "El diablo y su abuela".
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